«Quiero ser, Señor, instrumento de tu paz». Es el deseo de San Francisco de Asís, y nuestro deseo en el último encuentro de la Pandilla de Jesús. Con nuestras manos podemos rezar por la paz, por los que gobiernan, los que no cuentan, los más pequeños…
La paz es el valor que se opone a las riñas, los pleitos y las discusiones. Hace del diálogo la mejor arma para apaciguar los conflictos, construir unas relaciones afectuosas y creativas.
Cuando hablamos de paz no nos referimos solo a las buenas relaciones entre los países, sino también entre las personas. Incluso existe la paz interior, es decir, la serenidad que podemos lograr dentro de
nosotros y que contribuye a volvernos amables, generosos y alegres.
En esta ocasión nuestros padres y madres nos acompañaron. Escribimos nuestros deseos de paz, las metimos en un globo blanco… ¡Y los soltamos! Subieron a la presencia de Dios.
¡Que la paz sea una realidad en el mundo!