«Por el Bautismo somos luz»

¡Cuántas veces uno se despista y vive en la oscuridad! Pero cada uno tiene su luz. En cada uno Dios ha dejado una luz particular, una luz que le hace ser él mismo. Por eso, en el Reino de los cielos cada uno tiene que ser él mismo.
Unas luces son más fuertes, otras más débiles, otras cambian constantemente… Y así podemos encontrar un sinfín de luces como personas. Y cada uno tiene que cuidar y dar cuentas de esa luz que recibió. Porque esa lámpara que Dios nos ha dado la tenemos que poner en el candelabro.
Pero esa lámpara puede tener una luz muy tenue, puede que vea más la oscuridad que la luz. Pero es la luz que no me ha regalado Dios; es la luz que me acompañará a lo largo de mi vida. Por lo tanto tengo que aceptarla. Y tengo que cuidarla.
Por el Bautismo somos llamados por Él a iluminar las tinieblas. ¡Es un regalo de Dios! Lo importante es ver mi vida y mi historia desde los ojos de Dios y no desde una mirada humana. Elevamos la mirada; contemplemos la maravillosa obra de Dios en mi vida. Y, aun con todo, darle las gracias siempre.