Una de las imágenes que mejor expresa el sentido de la vida y la muerte de Jesús es la del grano de trigo.
Es aceptar, en aparente debilidad, el silencio, la oscuridad de la tierra durante la siembra para resurgir después con todo su potencial de vida.
En muchas ocasiones la entrega puede entenderse como un «restar»
porque pierdes lo que habías adquirido como propio, pero cuántas veces la entrega no es restar sino «sumar»
porque nos eleva.
Jesús, en la Cruz, nos enseña a entregar la vida con amor y por amor. ¡Solo se redime aquello que se asume!
Ante la atenta mirada de San José, cuya fiesta hemos celebrado, caminamos agarrados a Jesús, el amigo que no falla.