«Como una auténtica regadera», hemos de estar los que seguimos a Jesús. Porque la regadera nos enseña que la boca más grande es para recibir y la más pequeña para soltar, pero que ninguno de esos orificios se pueden tapar para no vaciarnos ni para no desbordar.
Nos lo dice San Pablo: «que cada uno con el don recibido se ponga al servicio de los demás». Queremos poner nuestros talentos al alcance de todos; unos talentos que Dios quiere que multipliquemos abundantemente.
Pero para eso hay que ir poco a poco. El futbolista, para ser un gran campeón, tiene que familiarizarse con el balón; el médico ha de leer varios libros para ser el primero de la promoción; y el guitarrista, para dar un gran concierto, necesita dominar la guitarra.
Cada domingo nos enseñas a acercarnos a ti, Señor. ¡Guía nuestros pasos!